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sábado, 17 de diciembre de 2011

CONTREBIA CARBICA

De las tres Contrebia conocidas, es la nuestra Contrebia Cárbica con una necrópolis del s. IV al I a. C.. Situada a unos siete kilómetros de Segóbriga, junto a la carretera de El Hito, en el paraje denominado Fosos de Bayona, (Villas Viejas) se alzaba el oppidum prerromano sobre una plataforma caliza de unas 45 hectáreas, en la margen izquierda del Gigüela.
Estaba considerada como el límite de la Carpetania, y disponía de un sistema defensivo propio. En 181 a. C. Tito Livio habla de ella como ciudad fortificada frente al cerco del pretor Fulvio Flacco. Este oppidum ha sido identificado por referencias de las fuentes numismáticas como la ciudad de Contrebia Carbica.
Contrebia Carbica puede traducirse como la Contrebia de los Carpetanos.
Contrebia quiere decir "conjunto de casas", equivalente al castellano "Villa...nose qué", palabra que parece tener su origen en las lenguas indoeuropeas correspondientes a la civilización de los Campos de Urnas (muy extendidos entre el Alto Guadiana y el Tajo), es decir bastante antigua.
 El origen étnico de los carpetanos y olcades parece claramente indoeuropeo, aunque de los pueblos del centro, debió ser uno de los más influidos por la floreciente cultura ibérica. No olvidemos la horizontalidad de su territorio y lo fácilmente transitable del mismo.
La misma horizontalidad le llevó a habitar los cerros más altos, y a excavar cuevas, como en La Guardia (Toledo), Taracena (Guadalajara), Perales (Madrid), Huete o Tarancón (Cuenca).
No está claro si Contrebia Cárbica pertenecía a los carpetana  o si realmente pertenecían a los Olcades ya que las fuentes clásicas  no nos lo acaban de esclarecer.
 Hay otros autores que nos dicen que pertenecía a la tribu de los lusones, pero tanto como si pertenecía a los olcades, a los carpetanos  o los lusones, vamos a considerarla como pueblo perteneciente a los Olcades.
Entendiendo que fueran de una etnia u otra, sabemos que era una ciudad fronteriza que adaptó las costumbres ibéricas; es decir, de origen celta, consiguió acogerse a la civilización ibérica, de aquí, que algunos autores la llamaran tierra de celtíberos. 
Este proceso de amurallamiento de los habitats situados en cerros amesetados o laderas junto a cauces de agua fue común en los pueblos de la Meseta, coincidiendo con la llegada de cartagineses y romanos.

De la importancia de la ciudad prerromana nos da idea la constatación de que entre 173- 172 a. C. acuñaba moneda.
La fundación en tiempos de Augusto de la cercana Segóbriga supone la paulatina decadencia de Contrebia. Con las guerras sertorianas coincide su declive definitivo y su final.
Las últimas citas históricas coinciden con la toma de Caracca (Tarancón) por Sertorio y el cerco y toma de la propia Contrebia en el 77 a. C. Dos años más tarde, 72 a. C., el lugarteniente de Sertorio, Hirtuleyo, se enfrenta a Metelo y es derrotado y muerto por
éste en un paraje situado entre Montalbo y Saelices. La toma posterior de Segóbriga completa la derrota de los sertorianos.
El hallazgo casual de un conjunto da matrices de bronce fundido, posiblemente relacionadas con la fabricación da joyas y vajilla de lujo, en el oppidum de Contrebia Carbica, localizado en el territorio suroriental del ámbito céltico peninsular, permite sugerir la existencia en el mismo de un taller de orfebre. Se analizan igualmente las escasas evidencias conocidas de este tipo de objetos, cuyos mejores paralelos se encuentran en la "tumba del orfebre" de la necrópolis ibérica da Cabezo Lucero (Alicante). Finalmente, se revisa la escasa información que se posee acerca de los talleres de orfebre en el contexto europeo da la Edad del Hierro.
La estructura socioeconómica y la mentalidad de estas gentes se puede caracterizar, por poseerun patrón de asentamiento   jerarquizado, marcado por la interdepencia económica entre ciudades, aldeas y castillos. Su urbanismo interior aún no respondería a una planificación consciente, pero se habría dotado de sistemas de fortificación defensivos. Ello conduce a pensar que tendrían lugar situaciones de confrontación armada con relativa frecuencia. Se trataría de comunidades uniformes entre sí en cuanto a la estructura social y las costumbres y modos de vida cotidianos, pero con identidades políticoterritoriales diferenciadas.
Partiendo de una base económica agropecuaria de explotación intensiva, llegaron a desarrollar un alto grado de especialización artesanal (producían cerámica de muy diversos tipos, textiles, ofebrería, armamento de hierro…). Se organizaban internamente de forma jerárquica con un modelo de los denominados “jefaturas complejas” controlado por un estamento nobiliar de carácter guerrero. Hacia el s. I a. C. asumen la escritura ibérica con adaptaciones al sistema fónico celtíbero, apareciendo los primeros textos en esta lengua en las terseras de hospitalidad  halladas en algunos yacimientos. En cuanto al mundo de las creencias parece que otorgaban existencia al “más allá”, a la inmortalidad del espíritu y que desarrollaron una religión organizada en torno a un panteón divino de carácter astral. Los ritos funerarios más frecuentes eran la exposición del cadáver a los buitres y la incineración simple (sin preparación posterior de los restos como el caso íbero). A éstos se asociaban las libaciones,  sacrificios de animales, ofrendas y la deposición de ajuar. Es bastante probable que se realizaran banquetes funerarios como el rito ibérico y juegos en honor del difunto, en el caso de pertenecer éste a la elite guerrera.
Destaca la abundante presencia de cerámicas pintadas con decoración geométrica, así como estampilladas y producciones en cerámica gris, junto a paredes finas y cerámicas campanienses de tipo A y B fechadas desde inicios del siglo II hasta el I a.C. (Gras et alii, 1984, 52s.; Mena, 1988, 32), situándose   primeras emisiones montéales de la ciudad, posiblemente, a comienzos de la segunda mitad del siglo II a.C. (Abascal y Ripollès, 2000, 32). El final
de la ciudad se ha vinculado con las Guerras Sertorianas, lo que parece confirmarse a partir de los materiales cerámicos y numismáticos, aunque para la última emisión monetal se haya propuesto una fecha de mediados del siglo I a.C.
El yacimiento fue objeto de diversas campañas de excavación en las décadas de los años setenta y ochenta del siglo XX, de las que únicamente se conoce algún avance (Gras et alii, 1984; Mena et alii, 1988). Por su parte, el Museo de Cuenca alberga un interesante conjunto de materiales, en su mayoría bronces, pro cedentes de donaciones de hallazgos casuales, realizadas por particulares. Entre tales objetos destaca el conjunto de posibles bronce, que vendrían a confirmar la existencia de un taller de orfebre en el oppidum.
El conjunto comprende un total de diez matrices de bronce realizadas a molde y dos fragmentos de plata, que cabe interpretar como piezas de desecho. Dos de las matrices son conocidas solamente por fotografías, estando actualmente en paradero desconocido.
La mayoría de las piezas presentan re lie ves fi gurados en el anverso, que reproducen cabezas antropomorfas (tres) o zoomorfas (seis), y reversos planos.
En cuanto a las matrices de bronce halladas se han encontrado tanto cabezas masculinas   como cabezas femeninas. Aparecen también representaciones con cabeza de león y otras figuras  zoomorfas, al igual que bronces con cabeza de felino. Todos estos bronces nos dan la idea que allí había un taller de orfebre. Se han encontrado también fragmentos de torques  y algún material de deshecho de plata.
 La riqueza de la Península Ibérica en oro y plata permitió desarrollar desde muy pronto una rica orfebrería, que, en la Edad del Hierro, surge como especialidad independiente de otras actividades metalúrgicas. Es en el período orientalizante (siglos VII-VI a.C.) cuando se introducen una serie de innovaciones técnicas: las grandes piezas macizas desaparecen, sustituyéndose por otras laminares, huecas o rellenas, bellamente decoradas con  finísimos hilos de oro trenzados o con granulados, que forman motivos diversos, trabajados mediante embutido, troquelado y repujado; así mismo, se introducen nuevos tipos de joyas como las diademas de placas articuladas, a nuevas formas se añaden nuevas decoraciones, documentándose la presencia de motivos figurados, utilizando tanto diversos temas vegetales -palmetas, rosetas, roleos u ovas- como humanos o animales, destacando en este punto las placas decoradas con granulado y  filigrana envolviendo máscaras humanas y cabezas de felino del tesoro de Segura de León, cuyo origen se encuentra en la iconografía oriental y griega, evidenciándose un nuevo gusto estético en la sociedad que usaba estas joyas.
En este yacimiento se puede observar claramente el carácter orientalizante de los diferentes hallazgos. Al final de la Cultura Ibérica (siglos II-I a.C.) se observa una preferencia por la plata, tanto para la vajilla como para las joyas.
Por el contrario, en el mundo celtibérico, la orfebrería se manifiesta como un fenómeno tardío, siendo excepcional el hallazgo de joyas de oro y plata durante las primeras etapas de la Cultura Celtibérica.
Aparecen algunos ejemplares de fíbulas con esquema de La Tène decorados con representaciones zoomorfas brazaletes de carácter orientalizante..
Las representaciones de animales constituyen el con junto más abundante entre los hallazgos de Contrebia Carbica, habiéndose identificado cinco pertenecientes a felinos, en concreto leones, y una de carnicero. Nuestros ejemplares re pre sen tan, pues, dos especies frecuentemente el león y el lobo.
 Las representaciones de león se documentan en la Península des de el Período Orientalizante. El león tenía un significado ligado a la expresión del valor, siendo frecuente su utilización como guardián de tumbas, templos o ciudades, lugares en los que se resalta su figura apotropaica como protector contra el peligro externo; este sentido se ampliará en época helenística, apareciendo el león, que personifica la muerte, doblegando entre sus garras a su víctima, el hombre, que no es sino un ser débil a manos de una fuerza devoradora
Estas piezas debieron fabricarse durante un amplio período cronológico, entre los siglos VI-II a.C. con un significado concreto que sería asimilada por el indígena.
  Aparece una Cabeza de carnicero. El lobo era en la Antigüedad el modelo mítico de guerrero, por su fuerza, astucia y ferocidad en el ataque y por su capacidad de actuar en grupo siguiendo a su jefe, hecho que es fácilmente asociado a cofradías guerreras y ritos iniciáticos; de esta forma, el lobo, en el arte prerromano debe re la cio nar se con la mitología indoeuropea, tratándose de un animal del Más Allá. Simboliza la divinidad infernal y guerrera y la idea de invisibilidad, de furor y muerte para el enemigo, así como al dux heroizado y al jefe de la iuventus, ideologías asociadas a mitos indoeuropeos y célticos.
Se encontró una pieza que se puede interpretar como una matriz para la decoración de vajilla metálica fina. Esta pieza, de tendencia circular, podría haber servido para la decoración del borde, mediante filas de triángulos troquelados, de ciertos vasos argénteos, tesoros que integrarían lo que se ha denominado como orfebrería celtibérica meridional.
Se producirían también vasos argénteos para el servicio de mesa, con decoración troquelada geométrica, frecuentemente con triángulos rellenos de puntos.
La existencia de talleres de orfebre en el interior de oppida, como sería el caso de Contrebia Carbica, debió ser un fenómeno habitual, aunque, al menos en el ámbito peninsular.