De las tres Contrebia conocidas, es la nuestra Contrebia
Cárbica con una necrópolis del s. IV al I a. C..
Situada a unos siete kilómetros de Segóbriga, junto a la carretera de El Hito,
en el paraje denominado Fosos de Bayona, (Villas Viejas) se alzaba el oppidum
prerromano sobre una plataforma caliza de unas 45 hectáreas, en la margen
izquierda del Gigüela.
Estaba considerada
como el límite de la Carpetania, y disponía de un sistema defensivo propio. En
181 a. C. Tito Livio habla de ella como ciudad fortificada frente al cerco del
pretor Fulvio Flacco. Este oppidum ha sido identificado
por referencias de las fuentes numismáticas como la ciudad de Contrebia
Carbica.
Contrebia Carbica puede traducirse como la Contrebia de los
Carpetanos.
Contrebia quiere decir "conjunto de casas",
equivalente al castellano "Villa...nose qué", palabra que parece
tener su origen en las lenguas indoeuropeas correspondientes a la civilización
de los Campos de Urnas (muy extendidos entre el Alto Guadiana y el Tajo), es
decir bastante antigua.
El origen étnico de los carpetanos y olcades
parece claramente indoeuropeo, aunque de los pueblos del centro, debió ser uno
de los más influidos por la floreciente cultura ibérica. No olvidemos la
horizontalidad de su territorio y lo fácilmente transitable del mismo.
La misma horizontalidad le llevó a habitar los cerros más altos, y a excavar cuevas, como en La Guardia (Toledo), Taracena (Guadalajara), Perales (Madrid), Huete o Tarancón (Cuenca).
La misma horizontalidad le llevó a habitar los cerros más altos, y a excavar cuevas, como en La Guardia (Toledo), Taracena (Guadalajara), Perales (Madrid), Huete o Tarancón (Cuenca).
No está claro si Contrebia Cárbica
pertenecía a los carpetana o si
realmente pertenecían a los Olcades ya que las fuentes clásicas no nos lo acaban de esclarecer.
Hay otros autores que nos dicen que pertenecía a la tribu de los
lusones, pero tanto como si pertenecía a los olcades, a los carpetanos o los lusones, vamos a considerarla como
pueblo perteneciente a los Olcades.
Entendiendo
que fueran de una etnia u otra, sabemos que era una ciudad fronteriza que
adaptó las costumbres ibéricas; es decir, de origen celta, consiguió acogerse a
la civilización ibérica, de aquí, que algunos autores la llamaran tierra de
celtíberos.
Este proceso de amurallamiento de los habitats
situados en cerros amesetados o laderas junto a cauces de agua fue común en los
pueblos de la Meseta, coincidiendo con la llegada de cartagineses y romanos.
De la importancia de la ciudad
prerromana nos da idea la constatación de que entre 173- 172 a. C. acuñaba
moneda.
La fundación en tiempos de
Augusto de la cercana Segóbriga supone la paulatina decadencia de Contrebia.
Con las guerras sertorianas coincide su declive definitivo y su final.
Las últimas citas históricas coinciden con la
toma de Caracca (Tarancón) por Sertorio y el cerco y toma de la propia
Contrebia en el 77 a. C. Dos años más tarde, 72 a. C., el lugarteniente de
Sertorio, Hirtuleyo, se enfrenta a Metelo y es derrotado y muerto por
éste en un paraje situado entre Montalbo y
Saelices. La toma posterior de Segóbriga completa la derrota de los
sertorianos.
El hallazgo casual de un conjunto da matrices de bronce
fundido, posiblemente relacionadas con la fabricación da joyas y vajilla de
lujo, en el oppidum de Contrebia Carbica, localizado en el territorio
suroriental del ámbito céltico peninsular, permite sugerir la existencia en el
mismo de un taller de orfebre. Se analizan igualmente las escasas evidencias
conocidas de este tipo de objetos, cuyos mejores paralelos se encuentran en la
"tumba del orfebre" de la necrópolis ibérica da Cabezo Lucero
(Alicante). Finalmente, se revisa la escasa información que se posee acerca de
los talleres de orfebre en el contexto europeo da la Edad del Hierro.
La estructura socioeconómica y
la mentalidad de estas gentes se puede caracterizar, por poseerun patrón de
asentamiento jerarquizado, marcado por
la interdepencia económica entre ciudades, aldeas y castillos. Su
urbanismo interior aún no respondería a una planificación consciente, pero se
habría dotado de sistemas de fortificación defensivos. Ello conduce a pensar
que tendrían lugar situaciones de confrontación armada con relativa frecuencia. Se trataría de comunidades
uniformes entre sí en cuanto a la estructura social y las costumbres y modos de
vida cotidianos, pero con identidades políticoterritoriales diferenciadas.
Partiendo de una base económica agropecuaria de
explotación intensiva, llegaron a desarrollar un alto grado de especialización
artesanal (producían cerámica de muy diversos tipos, textiles, ofebrería,
armamento de hierro…). Se organizaban internamente de forma jerárquica con un
modelo de los denominados “jefaturas complejas” controlado por un estamento
nobiliar de carácter guerrero. Hacia el s. I a. C. asumen la escritura ibérica
con adaptaciones al sistema fónico celtíbero, apareciendo los primeros textos
en esta lengua en las terseras de hospitalidad halladas en algunos yacimientos. En cuanto al mundo de las
creencias parece que otorgaban existencia al “más allá”, a la inmortalidad del
espíritu y que desarrollaron una religión organizada en torno a un panteón
divino de carácter astral. Los ritos funerarios más frecuentes eran la
exposición del cadáver a los buitres y la incineración simple (sin preparación
posterior de los restos como el caso íbero). A éstos se asociaban las
libaciones, sacrificios de animales,
ofrendas y la deposición de ajuar. Es bastante probable que se realizaran
banquetes funerarios como el rito ibérico y juegos en honor del difunto, en el
caso de pertenecer éste a la elite guerrera.
Destaca la abundante presencia de cerámicas
pintadas con decoración geométrica, así como estampilladas y producciones en
cerámica gris, junto a paredes finas y cerámicas campanienses de tipo A y B
fechadas desde inicios del siglo II hasta el I a.C. (Gras et alii, 1984,
52s.; Mena, 1988, 32), situándose
primeras emisiones montéales de la ciudad, posiblemente, a comienzos de
la segunda mitad del siglo II a.C. (Abascal y Ripollès, 2000, 32). El final
de la ciudad se ha vinculado con las Guerras
Sertorianas, lo que parece confirmarse a partir de los materiales cerámicos y
numismáticos, aunque para la última emisión
monetal se haya propuesto una fecha de mediados del siglo I a.C.
El yacimiento fue objeto de diversas campañas de
excavación en las décadas de los años setenta y ochenta del siglo XX, de las
que únicamente se conoce algún avance (Gras et alii, 1984; Mena et
alii, 1988). Por su parte, el Museo de Cuenca alberga un interesante
conjunto de materiales, en su mayoría bronces, pro cedentes de donaciones de
hallazgos casuales, realizadas por particulares. Entre tales objetos destaca el
conjunto de posibles bronce, que vendrían a confirmar la existencia de un
taller de orfebre en el oppidum.
El conjunto comprende un total de diez matrices
de bronce realizadas a molde y dos fragmentos de plata, que cabe interpretar
como piezas de desecho. Dos de las matrices son conocidas solamente por
fotografías, estando actualmente en paradero desconocido.
La mayoría de las piezas presentan re lie ves fi
gurados en el anverso, que reproducen cabezas antropomorfas (tres) o zoomorfas
(seis), y reversos planos.
En cuanto a las matrices de bronce halladas se han
encontrado tanto cabezas masculinas
como cabezas femeninas. Aparecen también representaciones con cabeza de
león y otras figuras zoomorfas, al
igual que bronces con cabeza de felino. Todos estos bronces nos dan la idea que
allí había un taller de orfebre. Se han encontrado también fragmentos de
torques y algún material de deshecho de
plata.
La
riqueza de la Península Ibérica en oro y plata permitió desarrollar desde muy
pronto una rica orfebrería, que, en la Edad del Hierro, surge como especialidad
independiente de otras actividades metalúrgicas. Es en el período
orientalizante (siglos VII-VI a.C.) cuando se introducen una serie de
innovaciones técnicas: las grandes piezas macizas desaparecen, sustituyéndose por
otras laminares, huecas o rellenas, bellamente decoradas con finísimos hilos de oro trenzados o con
granulados, que forman motivos diversos, trabajados mediante embutido,
troquelado y repujado; así mismo, se introducen nuevos tipos de joyas como las
diademas de placas articuladas, a nuevas formas se añaden nuevas decoraciones,
documentándose la presencia de motivos figurados, utilizando tanto diversos
temas vegetales -palmetas, rosetas, roleos u ovas- como humanos o animales,
destacando en este punto las placas decoradas con granulado y filigrana envolviendo máscaras humanas y
cabezas de felino del tesoro de Segura de León, cuyo origen se encuentra en la
iconografía oriental y griega, evidenciándose un nuevo gusto estético en la
sociedad que usaba estas joyas.
En este yacimiento se puede observar claramente
el carácter orientalizante de los diferentes hallazgos. Al final de la Cultura
Ibérica (siglos II-I a.C.) se observa una preferencia por la plata, tanto para
la vajilla como para las joyas.
Por el contrario, en el mundo celtibérico, la
orfebrería se manifiesta como un fenómeno tardío, siendo excepcional el
hallazgo de joyas de oro y plata durante las primeras etapas de la Cultura
Celtibérica.
Aparecen algunos ejemplares de fíbulas con
esquema de La Tène decorados con representaciones zoomorfas brazaletes de
carácter orientalizante..
Las representaciones de animales constituyen el
con junto más abundante entre los hallazgos de Contrebia Carbica,
habiéndose identificado cinco pertenecientes a felinos, en concreto leones, y
una de carnicero. Nuestros ejemplares re pre sen tan, pues, dos especies
frecuentemente el león y el lobo.
Las
representaciones de león se documentan en la Península des de el Período
Orientalizante. El león tenía un significado ligado a la expresión del valor,
siendo frecuente su utilización como guardián de tumbas, templos o ciudades,
lugares en los que se resalta su figura apotropaica como protector contra el
peligro externo; este sentido se ampliará en época helenística, apareciendo el
león, que personifica la muerte, doblegando entre sus garras a su víctima, el
hombre, que no es sino un ser débil a manos de una fuerza devoradora
Estas piezas debieron fabricarse durante un
amplio período cronológico, entre los siglos VI-II a.C. con un significado
concreto que sería asimilada por el indígena.
Aparece
una Cabeza de carnicero. El lobo era en la Antigüedad el modelo
mítico de guerrero, por su fuerza, astucia y ferocidad en el ataque y por su
capacidad de actuar en grupo siguiendo a su jefe, hecho que es fácilmente
asociado a cofradías guerreras y ritos iniciáticos; de esta forma, el lobo, en
el arte prerromano debe re la cio nar se con la mitología indoeuropea,
tratándose de un animal del Más Allá. Simboliza la divinidad infernal y guerrera
y la idea de invisibilidad, de furor y muerte para el enemigo, así como al dux
heroizado y al jefe de la iuventus, ideologías asociadas a mitos
indoeuropeos y célticos.
Se encontró una pieza que se puede interpretar
como una matriz para la decoración de vajilla metálica fina. Esta pieza, de
tendencia circular, podría haber servido para la decoración del borde, mediante
filas de triángulos troquelados, de ciertos vasos argénteos, tesoros que
integrarían lo que se ha denominado como orfebrería celtibérica meridional.
Se producirían también vasos argénteos para el
servicio de mesa, con decoración troquelada geométrica, frecuentemente con
triángulos rellenos de puntos.
La existencia de talleres de orfebre en el
interior de oppida, como sería el caso de Contrebia Carbica, debió
ser un fenómeno habitual, aunque, al menos en el ámbito peninsular.