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viernes, 25 de noviembre de 2011

NECROPOLIS DE ALTEA LA VELLA


En Altea la Vella se ha encontrado un poblado muy importante datado en el Ibérico Antiguo ocupado en los siglos VI - V a C.
 Era un simple caserío o aldea del que se desconoce si disponía de estructuras defensivas. Disponía de una necrópolis en el camino de salida hacia la sierra a los pies del poblado.
 Morote en 1981 nos dice que este yacimiento corresponde a la cronología arcaica encontrándose una serie de vasos cinerarios que corresponden todos a la misma forma, urnas de orejeta, un vaso que ya se reconocía como típico de las necrópolis antiguas.
Las características técnicas de la cerámica son las propias la ibérica antigua. 
Se han identificado ánforas ibéricas de la tipología del Oral (Abad y Sala, 1993; Sala, 1995), ánforas de borde lenticular un poco exvasado del tipo fenicio-púnico I3A del Oral (Abad y Sala, 1993, 204) y fragmentos informes de ánforas masaliotas.
La cerámica pintada geométrica es típicamente ibérica con predominio formal de platos, urnas, pithoi, lebetes y algunos calzeformes y entre la cerámica común ibérica destacan los platos, seguidos por las urnas, lebetes y soportes.
    El uso de la cerámica hecha a mano (grandes contenedores, ollas, platos, cuencos y cubiletes) sigue la tradición de la Edad del Bronce para piezas dedicadas a tareas cotidianas y se mantendrá en siglos posteriores (aunque con una disminución progresiva).

■ Altea la Vella (Necrópolis) Se encontraba al borde de un camino, a 120 metros del hábitat al que estaba asociada y se fecha en el Ibérico Antiguo, entre mediados del siglo VI y un momento indeterminado del siglo V a C.      
     Presenta tumbas de incineración con doce urnas de orelletes y una estela funeraria antropomorfa con un guerrero grabado. (Morote 1981)
     La estela es de piedra arenisca, prismática rectangular con una altura de 104 cm, anchura de 28 cm y fondo de 20 cm. En ella se representa un grabado esquemático de un guerrero (brazos, manos, parte de las piernas, cinturón y escote de vestido en "V") con la 39 su panoplia bélica, consistente con un cuchillo afalcatado y una espada de antenas, pero le falta la cabeza. 1984). El ajuar funerario que acompañaba las tumbas estaba formado por cerámica ibérica y ática, adornos de bronce, lanzas oxidadas, restos de armaduras, urnas cinerarias comunes, anillos, fíbulas anulares y broches de cinturón de tres y cuatro púas.
A partir del siglo VI a C apreciamos un incremento de la población, al tiempo que el poblamiento se reorganiza más en torno a la mar y el río.
En ella ha encontrado una estela funeraria, asociada al entierro de doce urnas cinerarias alineadas en un lado y otro. También se encontraron otras tumbas con un ajuar tan espectacular como adornos de bronce, soliferrum, puntas de lanza, restos de armaduras, anillos, hebillas de diversas formas y tamaños, broches de cinturón de tres y cuatro púas con las escotaduras cerradas, piezas serpentiformes para clavar las púas del cinturón, fíbulas anulares, etc. La aldea conjuga factores económicos y estratégicos, ya que sigue siendo el núcleo desde el que se puede plantear la defensa del territorio septentrional de la comarca.

La importancia de la comunidad que habitaba en esta aldea se manifiesta por la utilización de la estela funeraria, decorada con armas y el ajuar de las tumbas. Se trata de una escultura que Mezclamos lo púnico, griego, itálico y cartaginés, en la dialéctica cultural y comercial mediterránea, pero el peso de el elemento itálico parece el más evidente, sobre todo el de las estelas luginianeses de Filetta
Las esculturas se alzaban para honrar a los miembros más destacados de la sociedad y la decoración con armas supone un símbolo de identidad personal y colectiva de un grupo dirigente limitado y reducido, es decir, se trata de un monumento colectivo en honor a la aristocracia local de guerreros. Pero a finales del siglo V a C este tipo de monumentos fueron destruidos en un contexto de luchas sociales contra la clase dirigente.
    Las consecuencias serán de todo tipo y también se manifiestan en el territorio que nos ocupa.
A finales del siglo V y principios del siglo IV a C la población abandonó el poblado de Altea la Vella y se instaló en otros lugares, buscando lugares con mayor potencial económico y despreciando, en cierta medida, la antigua funcionalidad defensiva de la sierra. El poblamiento enlaza y tiene continuidad en el Cabo Negret, un lugar donde priman los intereses marítimos y comerciales son indudables, tanto por mar como por la vía terrestre que bordeaba la costa desde la Marina Alta hacia el sur, hacia la Villa. El Cap Negret sería una aldea amurallado que fue cobrando importancia durante el Ibérico Final (de hecho en el seno del poblado existía un santuario), hasta su abandono en el siglo I dC, ya en plena romanización, siempre como organizador de la actividad marítima de la zona. La actividad marinera durante el Ibérico Pleno y Final se complementaba con las funciones de investigación de embarcaciones de la Isleta de la Olla. Protegido por la Isleta habría un fondeadero en la zona comprendida entre la Isleta y el Cap Negret. El conjunto servía de marco de intercambios comerciales con otras tierras ibéricas y mediterráneas, que ahora tienen más peso que en siglos anteriores; comercio donde los ebussitans serían los transmisores del resto de influencias mediterráneas hacia estas tierras.
Al mismo tiempo que abandonaba Altea la Vella y se ocupaba Cap Negret, también se iniciaba el asentamiento a la aldea de Sogai a partir del siglo IV a C hasta la romanización. Está plenamente dedicado a la explotación agraria de las tierras que se extienden hasta el río, lo que también se evidencia en la creación del asentamiento de la Pila en el Ibérico Final. Ambos vienen a demostrar los intereses en aumentar la producción, no sólo para alimentar a una población que se incrementa progresivamente sino también para disponer de excedentes susceptibles de ser exportados. La evolución del poblamiento en estos siglos nos demuestra como a partir del siglo IV a C se abandona el poblado de Atlas la Vieja y se prioriza el interés agrario y comercial, en detrimento de las funciones defensivas que deben haber pasado a otros lugares (como el Castellet de Calp). Un interés económico que irá en aumento durante el Horizonte Ibérico Final, a partir del siglo II aC, con la conquista romana del territorio.
Se ha podido comprobar como hay dos tipos de modelos de vivienda. Unos se instalan en zonas más o menos altas con alguna probabilidad defensiva y una segunda opción elige las zonas llanas donde es clara y evidente la relación con buenas tierras de explotación agropecuaria, aspecto que no está del todo ausente en los primeros. Así, si se pudiera confirmar la existencia de un lugar de hábitat en el casco antiguo de Altea, con un interés plenamente defensivo y estratégico, nos podría dar la clave interpretativa de la organización territorial.
Existe una cierta coherencia organizativa en el territorio para la ubicación de la mayoría de asentamientos alrededor del río Algar, tanto en lo referente al suministro de agua que proporciona como por la potencial mejor calidad agraria de las tierras aluviales. De los doce hábitats contabilizados, ocho de ellos se encuentran en menos de un kilómetro de distancia del río Algar, lo que nos da una imagen de evidente interés para el aprovechamiento de los recursos agrarios que proporciona el medio. Y los ocho ofrecen una extensión de materiales que no permiten estimar grandes extensiones de empleos, por lo que deben interpretarse como granjas o, como mucho, aldeas, sin evidencias de murallas en ningún lugar, dedicados, muy probablemente, a la explotación agrícola del territorio.
Además de este conjunto, la aldea que habría en Altea la Vella, aunque evidencia una dedicación agrícola, probablemente fuera más importante la dedicación ganadera aprovechando los recursos de la Sierra. Aunque en Altea la Vella el papel estratégico no está ausente, tendría una componente más relacionada con las antiguas vías de comunicación que no con la defensa y el control del territorio. La distribución de los yacimientos en el mapa también nos sugiere una asociación directa a las vías de comunicación . Estas vías de comunicación abren un abanico de relaciones de todo tipo con tierras más o menos lejanas.
     El grupo de puntos alrededor del río Algar nos muestra la vía natural de comunicación con el interior del valle de Guadalest que pone en contacto el norte de la Marina Baixa con la comarca de L'Alcoià-Comtat.
    La segunda vía que se aprecia es la de comunicación con la Marina Alta, ya sea por la parte central de la Sierra o por la opción más factible, bordeando el mar como final del corredor natural que supone la llanura litoral de la Marina Baixa y que enlaza con la Marina Alta por el paso del Mascarat, donde el Castellet de Calpe juega un papel estratégico evidente.
La tercera vía de comunicación es la marítima, articulada a partir de Cap Negret como centro decaptación y suministro, tanto en los sentidos de entrada como el de salida.
     Las características técnicas de la cerámica son las propias la ibérica antigua. Hemos identificado ánforas ibéricas L1 y L2 de la tipología del Oral (Abad y Sala, 1993; Sala, 1995), ánforas de borde lenticular un poco exvasado del tipo fenicio-púnico I3A del Oral (Abad y Sala, 1993, 204) y fragmentos informes de ánforas masaliotas. La cerámica pintada geométrica es típicamente ibérica con predominio formal de platos, urnas, pithoi, lebetes y algunos calzeformes y entre la cerámica común ibérica destacan los platos, seguidos por las urnas, lebetes y soportes. Destaca en Altea la Vella, la escasa representación de cerámica gris y de cerámica de cocina, en este último caso porque sus funciones para el almacenamiento y como recipiente de cocción los habitantes de Altea la Vella las estaban realizando con las cerámicas hechas a mano, las que sí son muy abundantes. El uso de la cerámica hecha a mano (grandes contenedores, ollas, platos, cuencos y cubiletes) sigue la tradición de la Edad del Bronce para piezas dedicadas a tareas cotidianas y se mantendrá en siglos posteriores (aunque con una disminución progresiva).
Algunos restos cerámicos islámicas y la documentación medieval nos hacen situar en este lugar el núcleo de población de la Altaya musulmana, posterior Altea cristiana desde el siglo XIII hasta el XVI.
■ Altea la Vella (Necrópolis) (fig. 1-6). Se encontraba al borde de un camino, a 120 metros del hábitat al que estaba asociada y se fecha en el Ibérico Antiguo, entre mediados del siglo VI y un momento indeterminado del siglo V
aC. Presenta tumbas de incineración con urnas de orelletes y una estela funeraria antropomorfa con un guerrero grabado. Las tumbas estaban alineadas a ambos lados de la estela (Morote, 1981). La estela es de piedra arenisca, prismática rectangular con una altura de 104 cm, anchura de 28 cm y fondo de 20 cm. En ella se representa un grabado esquemático de un guerrero (brazos, manos, parte de las piernas, cinturón y escote de vestido en "V")  su panoplia bélica, consistente con un cuchillo afalcatat y una espada de antenas, pero le falta la cabeza. Las urnas cinerarias eran del tipo de urna de orejetas (se han conservado doce) (Morote, 1981; Sala y Morote, 1984). El ajuar funerario que acompañaba las tumbas estaba formado por cerámica ibérica y ática, adornos de bronce, lanzas oxidadas, restos de armaduras, urnas cinerarias comunes, anillos, fíbulas anulares y broches de cinturón de tres y cuatro púas.