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miércoles, 30 de noviembre de 2011

KELIN


Las excavaciones en Los Villares (Caudete de las Fuentes) se iniciaron en los años 1950-1960 y desde 1980 están dirigidas por Consuelo Mata, de la Universitat de València.

El yacimiento de Los Villares, identificado como la antigua ciudad ibérica de Kelin a partir de los estudios numismáticos, se encuentra en el término municipal de Caudete de las Fuentes (Valencia) y tiene una extensión aproximada de 10 hectáreas. Se sitúa cerca del nacimiento del río Madre, en una loma que se eleva 800 m.s.n.m., destacando sobre el llano circundante. El carácter estratégico de su ubicación viene marcado por su proximidad a dos vías de comunicación que permitían el contacto entre el litoral mediterráneo y la meseta interior, de Este a Oeste, y entre Aragón y la Alta Andalucía, de Norte a Sur.
La población que se instala, a principios del siglo VII  a.C., en el cerro de Los Villares tiene una cultura material característica de un Bronce Final avanzado que recibe de forma casi inmediata productos procedentes de la costa.
Hasta inicios del VI a.C. existe una secuencia ininterrumpida de fases constructivas y remodelaciones de los espacios habitados y de circulación que apenas se intuyeron en las publicaciones anteriores (Mata, 1991, 24; Mata et alii, 1999).
Las viviendas son alargadas, separadas en algunos casos por estrechos pasillos, sin apenas divisiones internas y con un hogar circular, plano o en cubeta. Las paredes son de adobe sobre un zócalo de dos hiladas de piedras pequeñas.
Las cerámicas están hechas a mano y algunas de ellas imitan piezas a torno; hay, también, escasos objetos de hierro que no siempre se pueden identificar por su estado de conservación; y un porcentaje reducido de cerámicas importadas como ánforas y tinajas fenicio-occidentales, trípodes y barniz rojo. La agricultura se basaba en los cereales junto a una tímida introducción de frutales (higuera y vid); los recursos cárnicos se obtienen de los ovicaprinos, seguidos de cerdos y bovinos, algo de caza y caballo; el antracoanálisis muestra unpaisaje de maquia o garriga junto a un bosque caducífoleo
Los olcades de Kelin se cree que eran de etnia o estirpe celta, pero con costumbres íberas ya fueran edetanas o contestanas, es decir, procedían de la cultura de la Tene asentados cerca de la Comunidad Valenciana. Así  vemos que eran fronterizos con la Edetanía o Contestanía. Son más bien lo que llamamos Celtíberos, ya que eran como hemos dicho pertenecían a las antiguas oleadas de pobladores llegados a la península que posteriormente adquirieron la cultura de los íberos.
Alcanzó su máximo esplendor en torno a los siglos IV-III a. C., llegando a convertirse en capital de un amplio territorio ibero que superaba los actuales límites administrativos de la comarca de Requena-Utiel. Como lugar central, Kelin estructuró su territorio mediante una red de asentamientos interdependientes con funciones diversas y complementarias, tanto defensivas como productivas.
El poblado tan sólo conserva posibles tramos de muralla o de muro perimetral en su lado oeste y todavía no ha sido localizada su necrópolis. Por otro lado, tal y como era práctica habitual entre los iberos, se han hallado algunos enterramientos infantiles en el interior de las casas, normalmente bajo pavimentos y/o muros.
Se conoce su existencia desde mitad del siglo XVIII, aunque no fue
hasta mediados del siglo XX cuando comenzaron las excavaciones arqueológicas. En él se han realizado, entre 1956 y 2002, 23 campañas centradas en una superficie de unos 1000 m2, en los que se ha podido constatar una dilatada cronología. La loma de Los Villares se ocupa ininterrumpidamente desde inicios de la Edad del Hierro (aproximadamente en el 680 a. C.) hasta época iberorromana (75 a. C.), ofreciendo una horquilla cronológica excepcional en el registro arqueológico valenciano.

Su larga ocupación permite ver la evolución de su estructuración interna y su arquitectura. En los niveles fundacionales del siglo VII a. C. se observa un urbanismo incipiente, con habitaciones rectangulares sin divisiones internas separadas por estrechos pasillos. En el Ibérico Pleno (siglo IV-III a. C.),
por contra, el poblado se caracteriza por presentar un urbanismo mucho más complejo, lo que se traduce en calles anchas que permiten el tránsito de carros. Éstas se entrecruzan formando un plano ortogonal con manzanas constituidas por grandes viviendas, de entre 80-100 m2. Su espacio interior aparece dividido en varias estancias, algunas de ellas con una funcionalidad específica. La habitación principal de las viviendas se dedica a múltiples labores (cocina, descanso, etc.), puesto que es donde se encuentra el hogar central, mientras que los departamentos más alejados de las puertas actúan como almacenes y/o despensas. Una de las viviendas ha sido interpretada como la casa de un rico comerciante, ya que cuenta con una bodega donde se han documentado más de 70 ánforas fragmentadas. En toda la casa hay un total de 98 recipientes grandes, entre ánforas y tinajas, lo que permitiría el almacenaje de unos 7.460 litros. Además, también cuenta con un pequeño taller de forja, así como otro tipo de bienes que denotan su elevado estatus (una pulsera de plata, cerámicas de importación, etc.).
La agricultura sigue teniendo como cultivos principales los cereales junto a algunas legumbres y una
consolidación progresiva de la vid; en la ganadería, destaca el descenso del bovino y de los caballos como aporte cárnico; y en cuanto al paisaje vegetal se observa un aumento de las especies de garriga, lo que significa una mayor antropización del territorio respecto a los siglos anteriores debido al aumento de los lugares habitados, que ejercen una mayor presión sobre la vegetación (madera, minería, nuevas zonas cultivadas y nuevos cultivos, aumento de la ganadería).
El hallazgo, en 1979, de una copa jonia sirvió para identificar y datar el primer lote cerámico indígena del siglo VI; en cambio, el espacio donde se encontraron apenas aportó información al estar muy incompleto. Estos materiales ya se han publicado con anterioridad por lo que no se van a tratar con detalle pero, por su interés, se recogen aquí algunas de las piezas a torno por ser las más significativas del siglo VI: dos tinajas pintadas, una de ellas con hombro carenado como las ánforas, un plato gris y una urna de orejetas también en gris.
Los materiales encontrados son, sobre todo, cerámicos, aunque también hay una varilla de hierro y un fragmento de molino barquiforme. Todas las cerámicas hechas a mano son toscas con escasa variedad tipológica; mientras que las torneadas son de clase A, gris y oxidante, entre las que hay ánforas, tinajas, platos y una mano de mortero, así como escasos fragmentos de ánforas fenicias.
Kelin acuña moneda propia durante un corto periodo de tiempo entre la segunda mitad del siglo II y comienzos del I a. C. Las monedas, ases y semis, son de bronce y formarían parte de una emisión muy limitada, destinada a usos locales y cotidianos.
La economía es básicamente agrícola. 
 
El cultivo del cereal (principalmente trigo desnudo y mijo) y la arboricultura (viña e higuera), proporcionan productos básicos para el consumo humano y otros destinados al ganado. El territorio inmediato de explotación de Kelin cuenta con un importante potencial pecuario (oveja, cabra, cerdo y bóvido), pues dispone de una amplia zona de pastos en la vega y en las dehesas, así como zonas forestales en La Atalaya y La Bicuerca. Los productos obtenidos no solo sirven para cubrir las necesidades básicas del enclave, sino que, al mismo tiempo, proporcionan excedentes destinados al intercambio. Fruto de estas relaciones comerciales, los habitantes de Kelin obtuvieron cerámicas procedentes de diferentes puntos del Mediterráneo (cerámicas fenicio-púnicas, áticas e itálicas), a lo que habría que sumar otro tipo de materiales, como el marfil o la pasta vítrea.
Asociados a cerámicas del siglo VI, hay dos hogares  formalmente distintos a los datados en el siglo VII que en Los Villares son siempre circulares.
Otro equipamiento de interés fue el hallazgo de un ánfora hincada en el suelo, cuyo contenido pudo ser el vino,
según el análisis de residuos hecho por Juan-Tresserras y Matamala (2004, 286). En cuanto a su contenido, el vino, pudo ser tanto importado como local puesto que el cultivo de la vid está ya consolidado, como demuestra el aumento de semillas de vitis vinifera en Kelin.
En el siglo V ya han desaparecido las importaciones fenicias y todavía no han llegado masivamente las púnicas y griegas, de ahí alguna de las dificultades existentes para aislar ajuares y niveles de esta  cronología.
 
Las aproximaciones al cómputo demográfico apuntan a que el poblado, durante esta fase, pudo contar con una población de entre 3.800 - 4.000 habitantes. La vida del mismo parece llegar a su fin de forma violenta en torno al 80-75 a. C., tal y como se deduce del estudio de las importaciones y la numismática. Se ha planteado la posibilidad de que Kelin tomara partido en la guerra civil que sufrió la República romana durante esos años.
El material recuperado es, ante todo, cerámica a torno de clase A –oxidante y reductora- y B, junto a un pequeño porcentaje de cerámica a mano; entre las importaciones hay un fragmento de cerámica ática y otro de ánfora fenicia; los objetos de hierro tienen una presencia mayor que en el siglo anterior.
Los asentamientos son de nueva planta y buscan nuevos emplazamientos, más cercanos a las tierras de cultivo.
Excepto dos de ellos, todos se sitúan en elevaciones más o menos destacadas y son de tamaño medio o pequeño
(< 4 ha). El único lugar parangonable a Kelin por tamaño, volumen y calidad de los materiales es Requena, pero dado el estado actual de la información no se puede decir mucho más al respecto. En consecuencia, se puede afirmar con rotundidad que el asentamiento mayor era Los Villares, donde los materiales y construcciones de esta cronología se han localizado en diversos puntos de su superficie (Mata, 1991, cuadro 1 y lám. I; Mata et alii, 2001 a, 83 y b, 319), manteniendo las dudas razonables sobre Requena.
Las ánforas fenicias llegan a casi todos estos lugares, pero en Los Villares, además, se encuentran tinajas, trípodes, barniz rojo, así como algunas imitaciones a mano y a torno; en Requena, hoy por hoy, falta el barniz rojo. Es decir, se aprecia una distribución selectiva de productos desde los centros mayores: Requena es el lugar más próximo a la vía de comunicación desde la costa, por lo que el control de la misma le permite conseguir productos variados; Los Villares es el destino principal de estos productos exóticos; los demás asentamientos, situados al Norte y al Oeste de Los Villares, reciben vino fenicio como forma de mantener fidelidades y asegurar una explotación adecuada de las nuevas tierras.
El gran salto poblacional se produce a lo largo del siglo VI contabilizándose 39 asentamientos de esta cronología.
La mayoría se ubican en el llano o sobre ligeras elevaciones y se configuran como lugares abiertos, con escasa
densidad de material. Esto ha llevado a interpretarlos como hábitats, con poca población, dedicados a actividades agrícolas que, en algún caso, pudieron tener carácter estacional.
Es, en este momento, cuando en Los Villares/ Kelin se producen las primeras transformaciones significativas
en la organización interna del asentamiento, cuando llegan las primeras cerámicas griegas y los objetos de hierro son más numerosos. En cuanto a la agricultura, el registro carpológico muestra una mayor presencia de semillas de vitis, lo que significa que el cultivo de la vid se va consolidando.
No es descabellado pensar que la fundación de nuevos asentamientos se dirigió desde Kelin con el fin de ocupar nuevas tierras para el cultivo, obtener recursos minerales y, con los lugares en alto, poner las primeras bases de control del territorio. Las manifestaciones religiosas de carácter
territorial quedan plasmadas en la frecuentación de la cueva del Puntal del Horno Ciego (Martí Bonafé, 1990).
Su destrucción podría ser consecuencia del correctivo que Roma aplicó a aquellas ciudades iberas que apoyaron al bando derrotado, el sertoriano.

POBLADO IBERO DE EL PUIG (Alcoy)


El poblado ibérico de El Puig es uno de los mas interesantes que se pueden visitar en la Comunidad Valenciana, destacando su sistema defensivo con un impresionante torreón que todavía se alza imponente a su entrada.
En la carretera nacional 340 que comunica Alicante con Alcoy, si venimos de Alicante, justo antes de entrar en una curva de 90 grados a la izquierda que da acceso al barranco de la batalla, a unos cinco kilómetros de esta última localidad, hay una ancha carretera asfaltada a la derecha. Nos puede servir de indicación una señal de prohibido tirar colillas por peligro de incendio que se sitúa a su entrada. En el caso que vengamos desde Alcoy el desvío nos coge a la izquierda nada más salir del barranco. Hay que coger esta carretera que baja unos metros haciendo un zigzag y quinientos metros más adelante pasamos junto a un restaurante que también es club de tenis. Siguiendo recto, en dirección Este, a 700 metros del club de tenis llegamos a un cruce donde hay un poste de madera con indicaciones del sendero PRV 132. A la izquierda señala la dirección al Puig. Se asciende por una pista asfaltada por que pasa junto a varios chales. Tras 500 metros desde el cruce la carretera asfaltada se acaba tras un pequeño descenso. Aquí se puede dejar el coche. Seguimos andando por la pista forestal que es continuación de la carretera por la que hemos venido, pero en poco más de 100 metros, y antes de que la pista gire a la izquierda hay que coger el camino que sale a la derecha. Las indicaciones blancas y amarillas del sendero de pequeño recorrido nos irán acompañando durante la subida. El camino va ganando altura poco a poco. Conviene parar un momento al llegar a un recodo del camino desde donde se tiene una inmejorable vista del conjunto de las fortificaciones del poblado y de los espectaculares cortados rocosos que lo defienden por el Oeste precipitándose en el Barranco de la Batalla. También llaman la atención las cuevas que horadan la mole rocosa en cuya cima se ubica el poblado ibérico. Según se asciende entre pinos y encinas se va apreciando la magnitud del amurallamiento. Desde el coche se tarda más de un cuarto de hora en llegar a la entrada del poblado, tras haber recorrido menos de un kilómetro y haber superado 60 metros de desnivel.


El poblado del Puig es el más antiguo de los conocidos de esta cultura en la comarca alcoyana. El Puig se ocupó ya en tiempos de la Edad del Bronce, si bien no son apreciables estructuras correspondientes a esta época. La Hoya de Alcoy en el siglo V a.C estaba bastante habitada por gentes de la Edad del Bronce. En este momento comenzaron a llegar a esta zona las novedades culturales propias de la cultura ibérica que venían a su vez del contacto con otros pueblos del Mediterráneo: la cerámica a torno y la metalurgia del hierro. El vehículo sería el río Vinalopó, corredor de gran trasiego histórico y penetración cultural y desde aquí entrarían esta novedades en la hoya de Alcoy por el valle de Barxell y el de Bañeres y Benejama. En el contexto del comienzo de la cultura ibérica podemos encuadrar a este importante enclave arqueológico.
La arribada al poblado es espectacular. Nos reciben decenas de metros de muralla que protegen las partes más accesibles del poblado. Las murallas en algunos puntos superan los dos metros de altura y si las recorremos veremos acumulaciones de piedras que corresponden a lo que debieron ser torreones encastrados en la muralla, si bien sus dimensiones son mucho más pequeñas que la fortificación que defiende la entrada.

Sin duda lo más impresionante es el torreón que defendía el acceso al poblado. Este bastión llega a alcanzar los cuatro metros de altura, tiene planta rectangular y mide 5 x 12 metros. No deja de causar asombro su técnica constructiva, donde las piedras que lo levantan están encajadas con gran perfección. Pasamos al interior del poblado ahora no defendido por los centinelas que harían guardia en el poderoso torreón.
A los 100 metros aproximadamente del primer conjunto de murallas nos encontramos con una segunda hilera de fortificaciones. Una interpretación dada a estos dos recintos protegidos es que el superior sería el lugar de habitación, mientras que el más oriental, el primero por el que hemos pasado sería utilizado como recinto para guardar y proteger al ganado, a modo de albacar medieval.
     Desde la entrada del segundo recinto y hacia el Norte tenemos una gran vista de la Serreta donde se encuentra el poblado íbero que seguramente hizo que se abandonara El Puig pues le sucedió en el control de estas tierras.
    Se entra en el segundo recinto atravesando las grandes acumulaciones de piedras que corresponden a los restos de las murallas y fortificaciones que protegían la parte alta del poblado. Al lado de la entrada al segundo recinto se ven los restos de la excavación de casas y muros. Poco queda de las casas, si bien los restos que hay nos muestran la típica planta rectangular de los poblados íberos, con cimiento de piedra trabada con barro y el alzado perdido debió de ser de tapial. Se ha encontrado cerámica griega entre la que destaca una crátera procedente probablemente de la Magna Grecia (Sicilia y sur de Italia). También se encontró cerámica ibérica, falcatas y puntas y regatones de lanza, pesos de balanzas y hebillas.
      El asentamiento ocupa toda la meseta cimera hasta los escarpes que protegen la parte Oeste del poblado y que se precipitan al barranco de la batalla.
    Desde estos 890 metros de altura donde nos encontramos ante una bella panorámica: hacia el Norte una inmejorable vista de Alcoy, en cuyo museo reposan los hallazgos aquí encontrados, el Barranc del Sinc, la Sierra Mariola, el castillo de Cocentaina, la Serreta, la Sierra de Benicadell; al Oeste se ve la Sierra de Menejador, al sur la Carrasqueta y Els Plans, en cuyos campos que ascienden hacia la cumbre y que hoy estan salpicados de masías y chales desarrollarían estas gentes la agricultura. También encontraremos en la cima una placa dedicada al arqueólogo Vicent Pascual Pérez por el Centro Excursionista de Alcoy que nos recuerda la labor de estos amantes de las huellas del pasado cuya labor nos permite hoy viajar en el tiempo y sentir el pálpito de lo antiguo.

EL RABAT DE RAFELCOFER



 EL RABAT DE RAFELCOFER


La montaña del Rabat es un pequeño montículo aislado de caliza, con una longitud de más de 1km de longitud situado entre las estribaciones de la Sierra Gallinera y el plan de la Huerta de Gandía (Safor) con los 167m de la cumbre de la Cruz (haciendo referencia a su nombre, coronado por una gran cruz de piedra blanca) y los 176m del vértice geodésico de las Tablas de la Ley o el Perico, en el término de la Alquería de la Condesa. Entre las dos cumbres, hay una pequeña llanura-conocida por el Plan de la Cruz-donde se encuentran los restos de un poblado ibérico. Está repartida por los términos municipales de Rafelcofer el noroeste, la Alquería de la Condesa en el noreste y la Font d'en Carròs el sur. Tiene una orientación NO-SE y pertenece a la zona de transición entre el Sistema Ibérico y la zona Prebética. Para la base de su vertiente sur-en término de la Fuente-discurre la Autopista AP-7, que en su construcción provocó el levantamiento de gran parte de esta vertiente casi desde su cima y su desplazamiento en grandes bloques. En su cara norte se localiza la fuente de Cuaresma, pequeña excavación destinada a la recogida de las infiltraciones producidas por la lluvia, zona hoy en día acondicionada como un área recreativa.
En su cima está surcado de norte a sur por un camino, desde el pico de la Cruz hasta el Perico, y que baja a la fuente de la Cuaresma en su vertiente norte. Este camino tiene tres vías de acceso: dos de ellas desde Rafelcofer, en el extremo más occidental de la colina, la primera parte desde los pies del trinquete, al Alcudiola y la segunda desde el lateral del cementerio de la población , confluyendo ambas en el plan del depósito de agua, la tercera senda se sitúa en la mitad de la base de su cara norte, en el término de la Alquería y desde ella se accede directamente al paraje de la fuente de la Cuaresma.
Los materiales geológicos que afloran en esta loma pertenecen al período Jurásico, y están formados por dolomías, en contraposición a los materiales depositados en las llanuras basales, dedicadas a explotaciones citrícolas, propios del cuaternario y formatos de arenas arcillosas con cantos rodados propio del abanico aluvial del río Serpis. Tectónica presenta tres pequeñas fallas perpendiculares al eje longitudinal de su cima y del que parte hasta contactar con la página aluvial, dos de ellas en su vertiente sur en la actual zona clevillada y la tercera en su vertiente norte .

Con los nombres de Rabat, Montaña de la Creu y El Perico se conoce un elevado cerro en cuya cima se reparten los términos de Rafelcofer, L'Alqueria de la Comtessa y la Font d'en Carròs.
Se encuentra frente al Castell de Rebollet, presenta empinadas y abruptas laderas que proporcionan una excelente defensa natural al lugar.
Así lo señala José Aparicio en la publicación La labor de la Sección de Estudios Arqueológicos Valencianos de la Diputación Provincial de Valencia hasta 2005 III Ibérico que se ha terminado de editar. "La cima plana y parte de la vertiente Sur y Norte están ocupadas por los restos de lo que debió ser una gran población ibérica con nombre desconocido", apunta el experto.
Hasta la actualidad se han realizado tres campañas de excavación. Se trata de las primeras efectuadas en un poblado ibérico comarcal.
En la primera cata se descubrió "con bastante claridad" una estancia que formaría parte de una vivienda ibérica y que estaría dedicada a lugar de almacenaje de granos.
Junto a este habitáculo, en el que se hallaron también vestigios de muros, apareció un ánfora romana de considerables dimensiones y otra, en un rellano de tierra.
A juicio de José Aparicio, "será necesario continuar excavando para conocer los accesos al poblado, ya que hay un momento en que la muralla que envolvía al enclave se interrumpe".
Asimismo, sobre unos 50-60 metros de profundidad apareció un suelo "groseramente" empedrado, que quizás fuera el firme de algún compartimiento dedicado a almacenaje. "Nos gustaría conocer con claridad lo que representa este sector en el conjunto del poblado".
José Aparicio remarcó que el yacimiento es un asentamiento perteneciente a una época muy romanizada.
Los especialistas no creen que supere a la segunda centura A.C. tras estudiar los materiales hallados.
Todas las dudas e incógnitas que en la actualidad se están planteando los expertos se despejarán cuando los arqueólogos investiguen y realicen las excavaciones en la zona de El Rabat.
El equipo de expertos encabezado por el Jefe de los Estudios Arqueológicos de la Diputación Provincial de Valencia, José Aparicio, podría reanudar las excavaciones después de treinta años en este último municipio.
El objetivo sería conocer el poblado en su mayor extensión, averiguar el origen del yacimiento y determinar si realmente fue la capital de la comarca.
"La posición de la ciudad y su extensión son dos aspectos clave que llevan a pensar que El Rabat fue uno de los municipios más relevantes y que pudo llegar a disputarse la capitalidad de la comarca con Bairén", argumentó Aparicio.
El jefe de Arqueología mantuvo hace varias semanas una reunión con la alcaldesa de Rafelcofer, Mari Carmen Pérez, para conversar sobre las próximas excavaciones en el yacimiento. "Queremos saber con exactitud cuál fue el origen de la ciudad ibérica, conocer cuándo se abandonó", subrayó el arqueólogo.
La máxima autoridad municipal de Rafelcofer solicita que se vuelva a excavar en esta zona. De hecho, tiene previstas varias entrevistas con autoridades de la Conselleria y de Patrimonio para conseguir subvenciones y poder reiniciar los trabajos.
La actual alcaldesa siempre se ha interesado por recuperar este enclave arqueológico porque considera que se ha de realzar su importancia. De momento, Pérez ya ha pedido ayudas económicas a Ruralper para acondicionar la subida a la montaña de El Rabat.

Casas del siglo II al I a. C.

Los restos de las casas que aparecieron a partir de 1980 son del siglo II al I antes de Cristo. "Queremos saber si el poblado tiene una fundación anterior, hacia el siglo IV o V", dijo Aparicio. Precisamente, esta época se corresponde con el momento fundacional de las ciudades antiguas. El experto sospecha que este enclave es la continuación de un poblado de la Edad de Bronce Valenciano.
Los especialistas creen que la zona que se ha excavado es un área marginal con respecto al núcleo original y central del poblado ibérico que debió asentarse inicialmente en la parte más elevada del Este del cerro. Al estar a las afueras, albergaría departamentos dedicados al almacenaje de víveres u objetos de trabajo.
En el yacimiento del Rabat (Rafelcofer) se han encontrado restos de casas con habitaciones adosadas contra la cara interior de la muralla datados entre los siglos II y I a. C.


Cerámica ibérica

Los especialistas esperan encontrar "mucha" cerámica ibérica, la cual se caracteriza por estar decorada con motivo fitomorfos (elementos que representan la forma de un vegetal o planta) o de humanos y animales, como por ejemplo, caballos.

En anteriores campañas arqueológicas se produjeron hallazgos de este tipo; sin embargo, la cerámica apareció en general muy fragmentada. Por este motivo, ahora los expertos opinan que la cerámica que puede salir a la luz podría estar mejor conservada.
La cerámica ibérica es de mejor calidad en el estrato intermedio, "aunque en todos los niveles se hallan frecuentes ejemplares de los llamados 'de cocina'".
También salieron a la luz diferentes muros y habitáculos ibéricos, correspondientes al primer asentamiento del lugar.
Buena parte de los hallazgos se encuentran en la actualidad en el Museo de Rafelcofer. La alcaldesa manifestó que le gustaría rehabilitarlo "para que tuviera mejores condiciones".
Algunas figuraciones de carácter narrativo como las aparecidas en El Rabat comparten un aire de familia que nos permiten suponer que pueda tratarse de ejemplares procedentes de L'AIcavonet, por lo que el estudio comparativo de estos ejemplares, sobre todo a partir de análisis arqueométricos, ampliaría en gran medida el conocimiento de la producción y distribución de la cerámica ibérica en el área contestana.

martes, 29 de noviembre de 2011

LA SERRETA

La Serreta es el poblado ibero más importante de la provincia. Mencionado con frecuencia en la bibliografía especializada ha sido objeto de estudio y excavaciones desde su descubrimiento en 1917 hasta hoy.
    Prueba de su significación dentro de la arqueología peninsular fue su declaración como Monumento Histórico Artístico en 1931.
Se encuentra a 3,5 Km. del Alcoy.
       El camino de acceso empieza en una pista forestal que arranca de la carretera CV-70 que lleva a Benilloba y Callosa d´Ensarriá.
    A la salida de Alcoy por la N-340 en dirección a Alicante, justo cuando se entra en el Barranco de la Batalla a la izquierda está el desvío a Benilloba. 
 
     Un kilómetro y medio más adelante se llega a un cruce de donde arranca, a la derecha la CV-70.
     A los 900 metros, al final de una curva a la izquierda, sale a la derecha una pista forestal que se interna en el pinar. A su entrada está indicado, con carteles no muy visibles “La Serreta” y “Poblado”.
   Entrando por esta pista a los veinte metros hay sitio para dejar los vehículos. En el caso de que la cadena esté echada también se puede aparcar en el arcén en el lado opuesto de la carretera.



El camino nos llevará en continuo ascenso hasta el yacimiento. Al poco de iniciar la subida la pista se bifurca.
    Hay que coger a la derecha y unos metros más delante también a la derecha una senda que en menos de cinco minutos acaba en una ancha pista. 
 
      Se sigue unas decenas de metros a la izquierda y se llega a un cruce de tres pistas forestales.
Hay que coger la que se encuentra más a la derecha y ya sin pérdida llegaremos en media hora al yacimiento que se encuentra en la zona cumbrera de la montaña.
    La dureza del ascenso se lleva bien al discurrir la senda entre pinares y carrascas y ofrecerse también una bella vista de Alcoi.
Típico oppidum, o poblado fortificado en altura, no sólo ofrece líneas de murallas y restos de viviendas, sino que también fue uno de los principales y más duraderos santuarios de la protohistoria del sudeste peninsular.

Ocupa 5,5 hectáreas extendiéndose a lo largo de 830 metros desde la puerta fortificada de la entrada hasta el bastión oeste. Corresponde al Ibérico pleno, estando ocupado desde finales del V hasta comienzos del II a.C.
Lo primero que nos encontramos son los restos de una singular estructura defensiva que protegía la entrada al poblado. Aunque las carrascas han crecido sobre los muros, todavía se puede observar como conforma un estrecho corredor, de algo más de cinco metros de longitud, que facilitaba el flanqueo y la defensa ante cualquier agresor que intentara forzar el ingreso. También se ha conservado una canalización que desaguaba al exterior de la muralla. Esta construcción defensiva se realizó en un momento de crisis que marcó el fin del poblado que pudo estar relacionado con las Guerras Púnicas o con el posterior control romano del territorio.
A la izquierda del bastión se ven unos metros de murallas que afloraron en la excavación. Muchos metros de muralla aun permanecen enterrados.
Junto al bastión y a la izquierda del camino de entrada, en el exterior del poblado, se hallaba la necrópolis. Se encontraron más de 80 sepulturas, pocas con urna (solo 13), la mayoría en bolsadas de cenizas depositadas entre las oquedades de la roca. De lo encontrado destaca la empuñadura de una de las falcatas encontradas.
Siguiendo por el camino que ahora se convierte en la calle principal del poblado, se empiezan a ver a ambos lados los restos de las casas. Estas se adaptan a las curvas de nivel mediante pequeños aterrazamientos. Las casas se componen de varias estancias de planta cuadrangular. Muchas aprovechan los escarpes rocosos. El piso era de tierra apisonada. Se conservan decenas de departamentos aunque su contemplación se ve dificultada por la vegetación.
En la parte más alta, junto a un monolito dedicado al arqueólogo Camilo Visedo, hay una pequeña explanada donde se encuentran los restos del santuario. Lo poco que queda no hace honor a la importancia que en su día debió tener. El culto en el mismo continuó siglos después del abandono del poblado, incluso en época romana, hasta que el emperador Teodosio prohibió los cultos paganos, en el siglo IV a. C.


Aquí se encontraron cientos de exvotos iberos de terracota. La figura más importante es la representación de una diosa femenina, seguramente la Diosa Madre, garante de la fecundidad, rodeada de fieles que la invocan con música. Puede ser la deidad principal del santuario ibérico de la serreta, aunque no apareció en él, sino en una capilla doméstica de una de las viviendas.
 
El santuario potenciaba aun más el papel predominante de este oppidum en la región, dándole el papel, podríamos decir, de capital ibera. Las cámaras que lo conformaban asemejan a un modelo oriental, compuesto por vestíbulo, una sala rectangular y un santuario con el piso a mayor altura. Los restos conservados probablemente son de época romana pues la estructura estaba techada con tejas romanas. Seguramente se suplantó una construcción ibera preexistente de la que no quedaría nada.
Las paredes del santuario que dan a la vertiente Norte de la Sierra son parte de la muralla del poblado. Podemos seguirla hasta las ruinas de lo que fue una caseta de observación construida en la Guerra Civil para avisar de los bombardeos. Poco más adelante está el vértice geodésico, donde se nos ofrece un amplio paisaje de sierras, valles y pueblos que deleita la vista.
Todavía queda la visita del bastión occidental. Siguiendo en dirección oeste, ya sin camino definido, a algo más de doscientos metros del vértice geodésico, se llega a un punto donde aparece ante nosotros un corte en la roca de unos tres metros de anchura que dificulta la progresión por la cumbre. Los investigadores han identificado este corte como un foso defensivo.
A la derecha, protegiendo la vertiente Norte, vemos los restos de una muralla que en algunos puntos todavía alcanza los dos metros de alzada y más de dos metros de grosor. Algunas de las piedras que se han utilizado en su construcción tienen más de un metro de largo. En gran parte esta muralla está abatida como se ve en el canchal formado por el derrumbe, lo que da una idea de la potencia defensiva que debió de tener este bastión formado por el muro y el foso. Extraña tan fuerte defensa en una zona protegida naturalmente por lo abrupto de los escarpes que la rodean.

El hallazgo más importante del poblado fueron seis láminas de plomo escritas en lenguaje ibérico que fueron la piedra angular para descifrar la escritura ibérica. Desgraciadamente aunque sabemos leerla todavía no se ha conseguido su traducción. Muchos historiadores y filólogos lo han intentado, pero sin resultados definitivos.
Estos plomos, así como buena parte del material encontrado en el yacimiento se pueden contemplar en el Museo Arqueológico de Alcoi.
 
El periodo más importante del poblado se fecha en el siglo III a.C. En esta época, era la capital de un extenso territorio que abarcaba los valles que hoy podemos contemplar desde la cima de la sierra. Era un centro político y administrativo que dominaba las rutas de comunicación. El santuario aumentaba la cohesión social y reafirmaba el papel predominante de las elites. Las fortificaciones además de tener un fin defensivo aumentan el prestigio del grupo, ya que muestran la potencia económica y la organización política que son necesarias para su construcción.
Quizás en un futuro no muy lejano la traducción de los plomos desvele mas datos del grupo humano que habitó este importante poblado ibero.

LA COVALTA (AGRES)


- El poblado ibero de Covalta se encuentra a 880 metros de altura en la cima de una de las sierras que marcan el límite de las provincias de Alicante y Valencia. Para llegar al yacimiento arqueológico hay que salvar un desnivel de 330 metros por una pista forestal que arranca a la altura del kilómetro 10 de la carretera CV-700 entre Muro de Alcoy y Agres. Este desvío se encuentra a dos kilómetros de esta localidad y a seis de Muro. Como indicador puede servir una señal de prohibido superar los 20 km/h que se encuentra al comienzo de la pista y que se ve desde la misma carretera. El desvío se encuentra a la izquierda si se viene desde Agres y a la derecha si venimos de Muro. Salvo que se use un 4x4 es recomendable dejar el coche al comienzo del camino, junto al río y desde aquí empezar la ascendente caminata.
A los 200 metros vemos un camino asfaltado a la izquierda que hay que ignorar para coger el siguiente desvío también a la izquierda que está cincuenta metros más adelante. Por la zigzagueante pista forestal ascendemos durante algo más de un kilómetro durante 20 minutos hasta llegar a un nuevo cruce de pistas. Elegimos la de la izquierda que asciende más moderadamente durante un kilómetro y medio bordeando el barranco del Galer. En el siguiente cruce que nos encontramos hay que coger el camino de la derecha, que 150 metros más adelante nos lleva hasta el collado de els Bolcadors. Hasta aquí habremos tardado aproximadamente cincuenta minutos. En este cruce encontramos una señal que nos indica el camino hacia la cima de la Covalta, donde se encuentra el enclave ibérico al que se llega en un cuarto de hora.

Lo primero que llama la atención y lo más destacable del poblado es la gran muralla defensiva que protegía el poblado por su vertiente Este y Sur. Se conserva en buen estado 50 metros de muralla de 3 metros de anchura.

La muralla la encontramos al lado del camino de subida, junto a una alineación de encinas plantadas para evitar el derrumbe progresivo de la misma. Este era el acceso más vulnerable al enclave, ya que el Norte y Oeste del poblado está protegido por escarpes naturales, sobre todo por el Norte con un impresionante precipicio desde el que se contempla todo el Valle de Albaida ya en la provincia de Valencia.

A principios de siglo se excavaron 83 departamentos de planta rectangular, parece ser que pertenecientes a 48 casas. Lamentablemente la vegetación de monte bajo, jaras y aulagas principalmente, ha cubierto casi todo el poblado, si bien todavía se aprecian muros por toda la cumbre. Los muros de piedra que han permanecido hasta hoy eran el basamento de las casas, y sobre ellos levantaban el resto de las paredes con adobe o tapial, hoy desaparecido. Donde mejor se conservan los restos de casas es junto a la misma cima, alrededor del vértice geodésico.

En este poblado se encontraron abundantes materiales: cerámica decorada entre la que destaca la importada de barniz negro, armas (falcatas, lanzas, jabalinas, manos de escudo, frenos de caballo), e instrumentos de trabajo. También son abundantes los elementos de decoración: sortijas, aretes, pulseras, fíbulas, broches de cinturón y punzones y alfileres de hueso con la cabeza decorada. Una de las piezas más originales aquí aparecidas es precisamente la decoración de un alfiler de hueso con la cabeza de un varón barbado de procedencia cartaginesa.

También es importante la aparición de un arado y un yugo de pequeño tamaño que debieron de ser utilizados como elementos votivos o como juguetes, que nos recuerda la importancia de la agricultura en el economía íbera y en donde vemos en su tipología su perduración prácticamente hasta nuestros días en los campos valencianos . En Covalta se encontraron también taladros, hoces, sierras, tijeras, cuchillos, frenos de caballo, herraduras, rejas de arado, etc. 

 Se han obtenido materiales que consisten en cerámica ática de figuras rojas (s. IV a. C.), y de barniz negro, cerámica ibérica con decoración geométrica, fíbulas, y una laminilla de plomo de 34 x 40 mm en escritura ibérica suroriental.

Es importante destacar que gracias a estas innovaciones técnicas procedentes del Mediterráneo Oriental y traídas por fenicios y griegos se produce un cambio sustancial con respecto a la Edad del Bronce pues se modifican los sistemas de cultivo, aumentando la fertilidad del suelo y la capacidad de deforestación. La utilización de arado con rejas de hierro permite la siembra de mayor cantidad de hectáreas y aumenta la fertilidad del suelo al profundizar más en la tierra. Todos estos materiales se encuentran en el Museo de Prehistoria de Valencia.

 

Otro gran aliciente de esta visita son las increíbles vistas que disfrutamos desde este privilegiado mirador y que en su tiempo también disfrutaron los habitantes del poblado si bien nosotros lo hacemos desde un punto de vista lúdico, mientras que los pobladores íberos buscaban la vigilancia, la defensa y el control del territorio dominando la comunicación entre el Comtat, Vall d´Albaida y el Valle del Vinalopó. Hacia el Este, en el llano, se extiende Muro de Alcoy separado de Valencia por la Sierra de Benicadell y el puerto de Albaida. Al Sur acostado en la ladera Norte de la imponente mole de la Sierra de Mariola está Agres. La vista alcanza también las Sierras de Almudaina, Serrella y Aitana. Hacia el Norte se extienden las tierras valencianas del Vall d'Albaida, destacando la gran población de Onteniente acompañada de una decena de pueblos que se extienden a lo largo del valle.